Las fuerzas estadounidenses han comenzado su proceso de retirada de la base militar de Ain al Asad, ubicada en el oeste de Irak, así como de la base aérea de Victoria, situada cerca del aeropuerto de Bagdad. Esta decisión, confirmada por fuentes de seguridad iraquíes, responde a las solicitudes del Gobierno de Irak, que ha estado pidiendo la reducción de la presencia militar estadounidense desde hace varios meses. La retirada se produce en un contexto de creciente tensión en la región, especialmente debido a los ataques de milicias proiraníes que han aumentado en frecuencia y agresividad.
Desde 2014, las tropas estadounidenses han estado involucradas en la Operación Resolución Inherente, cuyo objetivo principal era derrotar al Estado Islámico en Siria e Irak. Durante este tiempo, las fuerzas estadounidenses desempeñaron un papel crucial en la lucha contra el yihadismo, ayudando a recuperar territorios que habían caído bajo el control del grupo extremista. Sin embargo, con la derrota territorial del Estado Islámico, el enfoque de la misión ha comenzado a cambiar, y la cooperación entre Irak y Estados Unidos se está reconfigurando hacia un modelo de asesoramiento y entrenamiento.
A pesar de la retirada, un número limitado de tropas estadounidenses permanecerá en Irak para continuar con las labores de formación de las fuerzas de seguridad iraquíes. Actualmente, se estima que entre 2,500 y 3,000 militares estadounidenses están desplegados en el país. El asesor ministerial iraquí, Husein Alawi, ha indicado que la retirada se completará en el próximo mes, en línea con un acuerdo formal que busca concluir la misión contra el Estado Islámico en un plazo establecido entre 2025 y 2026.
La situación en Irak es compleja, y uno de los principales desafíos que enfrenta el Gobierno iraquí es el comportamiento de las milicias proiraníes, que están integradas en el aparato de seguridad del país. Estas milicias, conocidas como las Fuerzas de Movilización Popular (FMP), han tenido un papel significativo en la política iraquí y son vistas como esenciales para mantener el control interno. Sin embargo, su tendencia a utilizar la violencia, especialmente en la represión de manifestaciones, ha generado preocupaciones tanto a nivel nacional como internacional.
Un incidente reciente ha puesto de manifiesto la tensión entre el Gobierno iraquí y estas milicias. A finales de julio, un ataque perpetrado por Kataeb Hezbolá, un grupo destacado dentro de las FMP, resultó en la muerte de tres personas, incluyendo un agente de policía. Este ataque, que se cree que tenía como objetivo intimidar al nuevo director del Ministerio de Agricultura, provocó una fuerte reacción del primer ministro iraquí, Mohamed Shia al Sudani. Al Sudani responsabilizó públicamente a los elementos de Kataeb Hezbolá y de otras brigadas de las FMP por actuar sin órdenes y violar los protocolos militares, lo que llevó a la destitución de los comandantes de las brigadas implicadas.
La retirada de las tropas estadounidenses y el futuro de las milicias proiraníes son temas que generan incertidumbre en Irak. Mientras el Gobierno busca consolidar su autoridad y establecer un marco de seguridad más estable, la influencia de las milicias y su relación con Irán continúan siendo un factor crítico en la dinámica política del país. La comunidad internacional observa con atención cómo se desarrollan estos acontecimientos, ya que cualquier desestabilización en Irak podría tener repercusiones en toda la región.
En este contexto, el papel de Estados Unidos como aliado y su enfoque hacia la cooperación en seguridad se vuelve crucial. La transición de una misión de combate a una de asesoramiento podría ofrecer una oportunidad para que Irak fortalezca sus propias capacidades de seguridad, pero también plantea preguntas sobre la efectividad de las fuerzas iraquíes para manejar la amenaza de las milicias y otros grupos extremistas en el futuro. La situación sigue siendo volátil, y el éxito de esta nueva fase dependerá de la habilidad del Gobierno iraquí para navegar entre las diversas fuerzas en juego y establecer un orden interno que garantice la estabilidad y la paz en el país.