En el corazón de Tzintzuntzan, Michoacán, se encuentra un rincón donde la tradición culinaria se entrelaza con la resiliencia y el amor. Blanca Delia Villagómez, una cocinera tradicional, ha transformado su vida a través de la cocina, convirtiendo el dolor en una celebración de sabores y recuerdos. Desde sus primeros pasos en la cocina, donde jugaba con la masa y aprendía de su madre, hasta convertirse en una figura reconocida en el ámbito gastronómico, su historia es un testimonio de cómo la pasión puede sanar y unir a las comunidades.
### La Cocina como Refugio y Terapia
La vida de Blanca Delia no siempre fue fácil. Creció en una familia donde la cocina era el centro de la vida diaria. Desde pequeña, su madre, una experta cocinera, la involucró en la preparación de los alimentos. «Nunca me lo impuso, siempre fue como parte de un juego», recuerda Blanca, quien desde los cinco años acompañaba a su madre a comprar ingredientes y aprendía a seleccionar los mejores productos. Esta conexión temprana con la cocina no solo le enseñó habilidades culinarias, sino que también le brindó un sentido de pertenencia y propósito.
Sin embargo, la vida le presentó desafíos. La pérdida de su hermano mayor, quien siempre soñó con abrir un restaurante junto a ella, la sumió en una profunda depresión. En busca de una salida, Blanca encontró en la cocina una forma de terapia ocupacional. En 2009, comenzó a vender cenas desde su hogar, un paso que no solo la ayudó a sanar, sino que también la llevó a descubrir su verdadera vocación. «Siempre me ha encantado la cocina, pero nunca lo pensé como negocio», confiesa. Con el tiempo, su pequeño emprendimiento se convirtió en un restaurante que atraía a clientes de todas partes, quienes esperaban pacientemente en la banqueta mientras ella cocinaba en su fogón.
La cocina de Blanca Delia no es solo un lugar para preparar alimentos; es un espacio donde se crean lazos y se comparten historias. «Mi cocina es un apapacho», dice, refiriéndose a la calidez y el amor que impregnan cada platillo. En su restaurante, no solo se sirven comidas, sino también recuerdos y emociones. Muchos de sus clientes, al probar sus platillos, evocan memorias de sus propias infancias, lo que convierte cada comida en una experiencia única y nostálgica.
### Tradición y Modernidad en Cada Plato
A medida que su reputación crecía, Blanca Delia comenzó a participar en festivales gastronómicos, donde tuvo la oportunidad de compartir fogones con chefs de renombre como Enrique Olvera y Elena Reygadas. Estas experiencias no solo le permitieron aprender nuevas técnicas y maridajes, sino que también le dieron visibilidad a la rica gastronomía michoacana. «Esto me ha abierto la mente a cosas que nunca imaginé», afirma, destacando la importancia de la colaboración y el intercambio cultural en el mundo culinario.
En su menú, los platillos tradicionales como las enchiladas con conejo, el churipo y el mole son preparados con ingredientes frescos y técnicas ancestrales. Cada receta cuenta una historia, y Blanca se asegura de que cada bocado sea una representación auténtica de su herencia cultural. «Mi mamá decía que con lo que había tenía que salir algo para comer», recuerda, enfatizando la creatividad y la adaptabilidad que caracterizan la cocina tradicional.
La carta de su restaurante cambia según la temporada, lo que refleja su compromiso con la sostenibilidad y el respeto por los ingredientes locales. Esta filosofía no solo beneficia a su negocio, sino que también apoya a los agricultores y productores de la región, creando un ciclo de apoyo mutuo que fortalece la comunidad.
Blanca Delia Villagómez es más que una cocinera; es una embajadora de la cultura y la tradición mexicana. Su historia es un recordatorio de que la cocina puede ser un medio poderoso para sanar, conectar y celebrar la vida. A través de su pasión y dedicación, ha logrado no solo preservar las recetas de su madre, sino también crear un legado que inspira a otros a valorar y compartir la riqueza de la gastronomía mexicana.
									 
					